miércoles, 19 de septiembre de 2012

No hay tu tía



            Tiene su origen en un ungüento medicinal que en épocas pasadas se aplicaba como remedio para todos los males: la "atutía" o "tutía".

            Mezcla de óxido de cinc y otras sales metálicas, la autía fue utilizada por los árabes con fines oftalmológicos.

            El dicho "no hay tu tía", derivación de "no hay atutía", se empleaba para indicar que una enfermedad no tenía remedio ni aplicando ese  preparado.

            Hoy se utiliza cuando un problema no tiene solución, o alguien se enfrenta a un obstáculo al cual no le encuentra salida, o no hay remedio para una enfermedad, o es imposible cambiar las cosas.

sábado, 15 de septiembre de 2012

No querer más lola



            Lola era una marca de galletitas argentinas de principio del siglo XX, comercializada por Bagley, famosas por el cuidado puesto en su elaboración, llevada a cabo con los mejores ingredientes y sin ningún tipo de agregado artificial, lo que las convirtió en las preferidas de los grandes médicos especialistas que las recomendaban para la inclusión en las dietas de sus pacientes, sobre todo los que no podían ingerir alimentos convencionales. Tanto fue así, que en los sanatorios, clínicas y hospitales comenzaron a incluirlas en la alimentación de enfermos de toda clase.
         Cuenta la tradición que, estando de visita alguien en un sanatorio de la ciudad de Buenos Aires y mientras recorría junto a un amigo las instalaciones del nosocomio, fue a dar a la puerta de la morgue, de donde precisamente salía un enfermero empujando una camilla que portaba un cadáver.
         Ante tal escena, el visitante, luego de mirar pasar al macabro cargamento, giró, miró a su ocasional acompañante y le dijo: Ese, no quiere más Lola…, aludiendo obviamente a la condición del muerto, que ya no comería ni esa ni ninguna otra marca de galletitas.
         Desde entonces  se aplica a quien no quiere seguir intentando lo imposible, o no aguanta más una determinada situación.

martes, 11 de septiembre de 2012

Hasta que las velas no ardan




            En tiempos en que no había luz eléctrica y los relojes de bolsillo eran accesorios de lujo, en los burdeles tenían problemas para determinar durante cuánto tiempo el caballero dispondría de los servicios de la prostituta. La cosa se solucionaba entregándole al cliente una vela (más larga de acuerdo al precio que pagaba) que debía ser encendida al ingresar a la habitación. Cuando la vela se apagaba (dejaba de arder), el turno había terminado. Es decir tenía sexo “hasta que la vela no arda”.
            Hoy se emplea para referirse de algo, una fiesta, una reunión, o cualquier otro acontecimiento, que durará mucho tiempo.