martes, 11 de septiembre de 2012

Hasta que las velas no ardan




            En tiempos en que no había luz eléctrica y los relojes de bolsillo eran accesorios de lujo, en los burdeles tenían problemas para determinar durante cuánto tiempo el caballero dispondría de los servicios de la prostituta. La cosa se solucionaba entregándole al cliente una vela (más larga de acuerdo al precio que pagaba) que debía ser encendida al ingresar a la habitación. Cuando la vela se apagaba (dejaba de arder), el turno había terminado. Es decir tenía sexo “hasta que la vela no arda”.
            Hoy se emplea para referirse de algo, una fiesta, una reunión, o cualquier otro acontecimiento, que durará mucho tiempo.

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