Lola era una marca de galletitas argentinas de principio del siglo XX, comercializada por Bagley, famosas
por el cuidado puesto en su elaboración, llevada a cabo con los mejores
ingredientes y sin ningún tipo de agregado artificial, lo que las convirtió en
las preferidas de los grandes médicos especialistas que las recomendaban para
la inclusión en las dietas de sus pacientes, sobre todo los que no podían
ingerir alimentos convencionales. Tanto fue así, que en los sanatorios,
clínicas y hospitales comenzaron a incluirlas en la alimentación de enfermos de
toda clase.
Cuenta la tradición que,
estando de visita alguien en un sanatorio de la ciudad de Buenos Aires y
mientras recorría junto a un amigo las instalaciones del nosocomio, fue a dar a
la puerta de la morgue, de donde precisamente salía un enfermero empujando una
camilla que portaba un cadáver.
Ante tal escena, el
visitante, luego de mirar pasar al macabro cargamento, giró, miró a su
ocasional acompañante y le dijo: Ese, no quiere más Lola…, aludiendo
obviamente a la condición del muerto, que ya no comería ni esa ni ninguna otra
marca de galletitas.
Desde
entonces se aplica a quien no quiere
seguir intentando lo imposible, o no aguanta más una determinada situación.
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